Cocinar nada tiene que ver con mi formación ni con mi profesión, pero es una afición muy importante para mí. La cocina me conecta a tierra, a lo básico, a lo fundamental, a la vez que me da alas para crear, innovar, experimentar o sencillamente reproducir tantos y tantos platos de madres, abuelas, amigos, cocineros, vecinos, guisos de nuestro pueblo y de otros países.

Para mí la cocina es un taller, un laboratorio que a menudo se convierte en una sala de juegos, de tertulias o incluso en un pequeño parlamento. Muchos de mis recuerdos de infancia se localizan en esta zona de la casa. Recuerdo haciendo la tarea mientras mi madre guisaba, deleitándome mirando a mi abuela partir la verdura muy menudita, haciendo picatostes con mi padre los domingos para desayunar o haciendo rosquillas y tartas con mi madre. Siempre trasteando, siempre jugando, siempre aprendiendo…

Reconozco haber tenido buenos maestros, que me enseñaron que la cocina es como la vida, hay que seguir 4 reglas básicas:

1. Elegir una buena materia prima, no necesariamente cara.
2. Condimentar a discreción, pero nunca quedarnos cortos con el amor y el respeto.
3. Guisar y hornear a fuego lento, sin arrebatos.
4. Nunca, nunca olvidarnos de la presentación.

Disfruto aprendiendo continuamente, como disfruto jugando/enseñando a los niños a hacer unas Galletas, una Brownie a adolescentes, o una Purrusalda si se tercia.

Y esto es lo que os puedo ofrecer, comida siempre saludable para hacer, aprender, jugar, degustar y agasajar. Siempre agasajar a los demás y a nosotros mismos. Esto es fundamental para nuestra salud.