Atardecer con Cortázar.
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Atardecer con Cortázar.
Más de 30 usuarios y amigos del Banco del Tiempo nos reunimos el jueves 24 a celebrar el día del Libro. Con las colaboraciones del Taller de Teatro de la Concejalía de Mujer, del Taller de Relato Breve de la BOA y de Fran Molina y los All Star Trío realizamos un gran homenaje a Julio Cortázar en el centenario de su nacimiento. Conocimos algunos datos de su vida y obra y entre todos leímos muchos de los relatos de su libro De Cronopios y Famas con música de jazz, de Charlie Parker, John Coltrane, etc.
Como siempre, fue una tarde mágica llena de emociones.
Como siempre, fue una tarde mágica llena de emociones.
- crisskiss
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- Registrado: Jue Feb 17, 2011 7:20 pm
Cortázar y el Boxeo
Enrique, uno de los invitados, no pudo exponer por falta de tiempo su exposición sobre Cortázar y el boxeo. Os dejamos aquí su texto. Gracias Enrique !
PEQUEÑO MANUAL PARA HABLAR DE CORTÁZAR Y EL BOXEO
¿Sabéis a bote pronto cómo pudiera ser el desayuno de un escritor-boxeador?
Yo tampoco. Intuyo que rutinario, sólido y espartano, pero sólo lo intuyo porque, a decir verdad, nunca e ejercido tales oficios.
Menesteres a los que sí soy aficionado pero por mucho que me estrujo las meninges, las entendederas no dan para imaginarme que puede desayunar un escritor-boxeador.
Yo vengo decidido a echarle cuerda a la cometa – más larga que si empalmara las doce cuerdas de las que se compone un ring de boxeo- y dar rienda suelta a la imaginación, como no podía ser de otra forma en este recuerdo para un gran escritor- y dispongo a socavar algo que nunca ocurrió, o sí: el desayuno ficticio del escritor-boxeador.
Nuestro hombre se levanta temprano, en las linde de las primeras luces, se despereza, todo ser humano realiza actos de simpleza, no se le e exigir genialidades antes de pasar por el baño, una buena ducha, ¿el desayuno?, bueno este episodio, dado nuestro desconocimiento lo vamos a obviar. Si no os parece mal; con alguna pregunta tenía que empezar y se me ocurrió lo del desayuno pero, entre nosotros, sinceramente a estas alturas me parece prescindible.
Disculpen que cambie de parecer en tan poco tiempo pero como soy quien ha escrito esto tengo plenos poderes.
Para lo que sí tengo respuesta es para el final de la escena del desayuno.
Por cierto, nuestro hombre tiene nombre, nombre y apellido: Julio Cortázar.
Continuo: terminado el opíparo desayuno, no puedo por menos que imaginarme a Julio con el remate de una bombilla de mate en la mano izquierda y, perdón por no ser socialmente correcto, un cigarrillo en la mano derecha, mirando por la ventana. Tras los cristales, un amanecer poco luminoso si el gimnasio lo situamos en Paris, pero si a la par se hubiese levantado –nuestro hombre digo- en Buenos Aires, la mañana sería esplendorosa, de luz clara, claro está. Esto de la ubicuidad en literatura era un asunto muy bien dominado por nuestro autor.
El albornoz que ahora lleva, se lo puso por primera vez cuando debuto como profesional de los pesos pesados de la literatura universal quiero aclarar. No se lo quita ni para recibir visitas. En la espalda, con letras bordadas el título de uno de sus cuentos más famoso sobre boxeo: Torito de Mataderos… Firpo. Monologo interior sobre los momentos desesperados del protagonista en un hospital para tuberculosos de donde seguro que no salió, vivo, me refiero
Tiene varios en: El último round, Algunos episodios de un tal Lucas donde no desaprovecha la ocasión para como diría un buen púgil: cruzar guantes con quien se atreva. Podeis agregar a esto el titulado “la noche de Mantequilla, donde narra una pelea del gran Carlos Monzón
.- “El buen cuentista Ahora nos habla el escritor mientras mira por la ventana y sujeta la bombilla de mate y un cigarrillo socialmente incorrecto e infinitamente humeante es un boxeado, se refiere al buen cuentista, muy astuto, muchos de sus golpes iniciales pueden parecer poco eficaces cuando, en realidad, están minando las resistencias más sólidas del adversario”
Y yo quiero aclarar que su adversario no es otro que el lector
Gran pelea pibes, la del púgil que lo protagoniza y la que mantuvo el autor con las palabras. Para leerlo despacio, para agonizar su lectura como analogía del fin que al luchador le espera a poco de que el cuento acabe. ¿Qué pelea che!, ¿Cómo se fue fajando con los giros de cinctura y de muñeca contra las teclas de su máquina de escribir!.
Qué grande el resultado, porque al final como ahora medita: a la novela hay que ganarla por puntos y al cuento por KO
La heroicidad le llega a uno por un buen golpe y Julio encontró el hueco exacto en el folio en blanco para colocar un tremendo croché en la mejilla, aquí si que te deja rezongando en la lona, al lector me refiero. Medio atontado con las andanadas de palabras leídas y por leer. La cabeza te da vueltas y él dale que dale, mezcla que te mezcla, lunfardo, castellano, jerga del cuadrilátero.
Estas como loco por que suene la campana. Tin- tin-tin.
Por esta te libras, pero a los puntos, con el lenguaje me refiero, nos lleva una ventaja del catorce.
Sabes que no vas a llegar al cuarto asalto pero no tiras la toalla, sus dedos ametrallan el folio en blanco como si de un saco de boxeo se tratase.
Dale por aquí, quita esa coma por allá, arriba pibe, que el ingenio no decaiga, que la imaginación encaje los golpes del adversario, dale con la analogía en el costado, que ese lector perezoso no se te achique contra las cuerdas, venga ya Julio que queda poco para que la campana toque y el lector no se te duerma.
A Julio se le durmieron pocos en la lona de sus libros, bien que sabía despabilarles con sus directos a la cara nada más empezar los relatos, y que decir de los finales: te lleva bailando, lentito, despacio y cuando menos te lo esperas recibes el crochet inapelable del final más inesperado.
Aguantas y como lector-campeón que sabe que vas a perder el cetro e intentas que la derrota no sea por KO.
Es lo bueno que tiene leer cualquier texto de Cortázar, sabes que te enfrentas al mejor, bueno si no al mejor a uno de los más grandes de nuestro idioma, El que supo hacer de la literatura algo excepcional, aunque según José Mª Valverde tuvo la grandeza de no colocarla nunca, a la literatura se refiere, por encima de la vida.
El espíritu de las historias de vida de los boxeadores y la técnica de la danza del púgil eran sus pasiones. Con sus veladas inaugurales creó una lupa para ver al boxeo “eliminando el aspecto sangriento y cruel que provoca tanto rechazo y cólera”.
Ahora, mientras sigue mateando y mira por la ventana se acuerda de los combates de Justo Suarez, el alter ego de Torito, escuchados por la radio con más devoción que un católico escuchando el discurso del papa por Internet. Años más tardes hubo otros combates a los que se presentaba con un libro bajo el brazo, tomaba asiento en las primeras filas y se bañaba del lenguaje lunfardo, platicando por la canalla más callejera de los barrios porteños de Buenos. Aires.
Si Cortázar hubiese podido seguir escribiendo hasta nuestros días, seguro que no le hubiese faltado algún relato en que el protagonista se llamase Lionel Mesi, o Cristiano Ronaldo o Indurain o Fernando Alonso; ¡Vaya usted a saber!. Aunque declarase que el fútbol no era de su agrado –algo impensable en un argentino de pro- y sí el boxeo, Julio era capaz de poner negro sobre blanco cualquier tema por peregrino que fuese. Bien se le podía aplicar la frase del sabio: “Nada humano me es ajeno”.
Su pasión por el boxeo le llevó a no rechazar trabajos de locutor en retrasmisiones pugilísticas por la radio: Francia años cincuenta, retrasmisión de combates entre boxeadores argentinos contra europeos en Paris.
El asunto le duró poco, los patrocinadores de las emisoras pidieron su cabeza, - y su cuello-, el problema de su dicción no lo tenía muy trabajado, el muy guasón le cargó las culpas al ingeniero de sonido-. Su afición era tal que tras cerrársele el camino en las ondas hertzianas no cejó en colaborar con la prensa deportiva pero esta vez por medio de la galaxia Gutember también para Latino-América y hoy, tirando de hemeroteca, aun podemos disfrutar las crónicas que mandaba a periódicos como El Gráfico.
Desde chiquillo se quejó –vivía rodeado por hermanas, madre y tías- de no encontrar con quien ir a las veladas pugilísticas que se daban en el barrio, poco más tarde practicó el boxeo como aficionado, no obstante no existe historial que registre número de victorias a los puntos o por ko, derrotas sufridas o combates nulos que pudiese haber conseguido.
Para terminar no quiero olvidarme de una curiosa coincidencia que tal vez tenga menos importancia, o más, que la primera pregunta que les hice sobre la nimiedad del desayuno: ¿Sabían ustedes que Platón fue un afamado púgil en la Grecia de su tiempo? Y Qué posiblemente muchos contemporáneos suyos no tuviesen la menor idea de su actividad filosófica, que como única referencia ante la pregunta de quién era Platón les hubiesen contestado:
Un excelente púgil ganador de varias coronas de laurel en la últimas olimpiadas…….
Mucha suerte Julio Cortázar y que un directo de metáforas fantásticas nos deje nokeados de felicidad por la lectura de tus cuentos en el cuadrilátero de nuestra existencia.
PEQUEÑO MANUAL PARA HABLAR DE CORTÁZAR Y EL BOXEO
¿Sabéis a bote pronto cómo pudiera ser el desayuno de un escritor-boxeador?
Yo tampoco. Intuyo que rutinario, sólido y espartano, pero sólo lo intuyo porque, a decir verdad, nunca e ejercido tales oficios.
Menesteres a los que sí soy aficionado pero por mucho que me estrujo las meninges, las entendederas no dan para imaginarme que puede desayunar un escritor-boxeador.
Yo vengo decidido a echarle cuerda a la cometa – más larga que si empalmara las doce cuerdas de las que se compone un ring de boxeo- y dar rienda suelta a la imaginación, como no podía ser de otra forma en este recuerdo para un gran escritor- y dispongo a socavar algo que nunca ocurrió, o sí: el desayuno ficticio del escritor-boxeador.
Nuestro hombre se levanta temprano, en las linde de las primeras luces, se despereza, todo ser humano realiza actos de simpleza, no se le e exigir genialidades antes de pasar por el baño, una buena ducha, ¿el desayuno?, bueno este episodio, dado nuestro desconocimiento lo vamos a obviar. Si no os parece mal; con alguna pregunta tenía que empezar y se me ocurrió lo del desayuno pero, entre nosotros, sinceramente a estas alturas me parece prescindible.
Disculpen que cambie de parecer en tan poco tiempo pero como soy quien ha escrito esto tengo plenos poderes.
Para lo que sí tengo respuesta es para el final de la escena del desayuno.
Por cierto, nuestro hombre tiene nombre, nombre y apellido: Julio Cortázar.
Continuo: terminado el opíparo desayuno, no puedo por menos que imaginarme a Julio con el remate de una bombilla de mate en la mano izquierda y, perdón por no ser socialmente correcto, un cigarrillo en la mano derecha, mirando por la ventana. Tras los cristales, un amanecer poco luminoso si el gimnasio lo situamos en Paris, pero si a la par se hubiese levantado –nuestro hombre digo- en Buenos Aires, la mañana sería esplendorosa, de luz clara, claro está. Esto de la ubicuidad en literatura era un asunto muy bien dominado por nuestro autor.
El albornoz que ahora lleva, se lo puso por primera vez cuando debuto como profesional de los pesos pesados de la literatura universal quiero aclarar. No se lo quita ni para recibir visitas. En la espalda, con letras bordadas el título de uno de sus cuentos más famoso sobre boxeo: Torito de Mataderos… Firpo. Monologo interior sobre los momentos desesperados del protagonista en un hospital para tuberculosos de donde seguro que no salió, vivo, me refiero
Tiene varios en: El último round, Algunos episodios de un tal Lucas donde no desaprovecha la ocasión para como diría un buen púgil: cruzar guantes con quien se atreva. Podeis agregar a esto el titulado “la noche de Mantequilla, donde narra una pelea del gran Carlos Monzón
.- “El buen cuentista Ahora nos habla el escritor mientras mira por la ventana y sujeta la bombilla de mate y un cigarrillo socialmente incorrecto e infinitamente humeante es un boxeado, se refiere al buen cuentista, muy astuto, muchos de sus golpes iniciales pueden parecer poco eficaces cuando, en realidad, están minando las resistencias más sólidas del adversario”
Y yo quiero aclarar que su adversario no es otro que el lector
Gran pelea pibes, la del púgil que lo protagoniza y la que mantuvo el autor con las palabras. Para leerlo despacio, para agonizar su lectura como analogía del fin que al luchador le espera a poco de que el cuento acabe. ¿Qué pelea che!, ¿Cómo se fue fajando con los giros de cinctura y de muñeca contra las teclas de su máquina de escribir!.
Qué grande el resultado, porque al final como ahora medita: a la novela hay que ganarla por puntos y al cuento por KO
La heroicidad le llega a uno por un buen golpe y Julio encontró el hueco exacto en el folio en blanco para colocar un tremendo croché en la mejilla, aquí si que te deja rezongando en la lona, al lector me refiero. Medio atontado con las andanadas de palabras leídas y por leer. La cabeza te da vueltas y él dale que dale, mezcla que te mezcla, lunfardo, castellano, jerga del cuadrilátero.
Estas como loco por que suene la campana. Tin- tin-tin.
Por esta te libras, pero a los puntos, con el lenguaje me refiero, nos lleva una ventaja del catorce.
Sabes que no vas a llegar al cuarto asalto pero no tiras la toalla, sus dedos ametrallan el folio en blanco como si de un saco de boxeo se tratase.
Dale por aquí, quita esa coma por allá, arriba pibe, que el ingenio no decaiga, que la imaginación encaje los golpes del adversario, dale con la analogía en el costado, que ese lector perezoso no se te achique contra las cuerdas, venga ya Julio que queda poco para que la campana toque y el lector no se te duerma.
A Julio se le durmieron pocos en la lona de sus libros, bien que sabía despabilarles con sus directos a la cara nada más empezar los relatos, y que decir de los finales: te lleva bailando, lentito, despacio y cuando menos te lo esperas recibes el crochet inapelable del final más inesperado.
Aguantas y como lector-campeón que sabe que vas a perder el cetro e intentas que la derrota no sea por KO.
Es lo bueno que tiene leer cualquier texto de Cortázar, sabes que te enfrentas al mejor, bueno si no al mejor a uno de los más grandes de nuestro idioma, El que supo hacer de la literatura algo excepcional, aunque según José Mª Valverde tuvo la grandeza de no colocarla nunca, a la literatura se refiere, por encima de la vida.
El espíritu de las historias de vida de los boxeadores y la técnica de la danza del púgil eran sus pasiones. Con sus veladas inaugurales creó una lupa para ver al boxeo “eliminando el aspecto sangriento y cruel que provoca tanto rechazo y cólera”.
Ahora, mientras sigue mateando y mira por la ventana se acuerda de los combates de Justo Suarez, el alter ego de Torito, escuchados por la radio con más devoción que un católico escuchando el discurso del papa por Internet. Años más tardes hubo otros combates a los que se presentaba con un libro bajo el brazo, tomaba asiento en las primeras filas y se bañaba del lenguaje lunfardo, platicando por la canalla más callejera de los barrios porteños de Buenos. Aires.
Si Cortázar hubiese podido seguir escribiendo hasta nuestros días, seguro que no le hubiese faltado algún relato en que el protagonista se llamase Lionel Mesi, o Cristiano Ronaldo o Indurain o Fernando Alonso; ¡Vaya usted a saber!. Aunque declarase que el fútbol no era de su agrado –algo impensable en un argentino de pro- y sí el boxeo, Julio era capaz de poner negro sobre blanco cualquier tema por peregrino que fuese. Bien se le podía aplicar la frase del sabio: “Nada humano me es ajeno”.
Su pasión por el boxeo le llevó a no rechazar trabajos de locutor en retrasmisiones pugilísticas por la radio: Francia años cincuenta, retrasmisión de combates entre boxeadores argentinos contra europeos en Paris.
El asunto le duró poco, los patrocinadores de las emisoras pidieron su cabeza, - y su cuello-, el problema de su dicción no lo tenía muy trabajado, el muy guasón le cargó las culpas al ingeniero de sonido-. Su afición era tal que tras cerrársele el camino en las ondas hertzianas no cejó en colaborar con la prensa deportiva pero esta vez por medio de la galaxia Gutember también para Latino-América y hoy, tirando de hemeroteca, aun podemos disfrutar las crónicas que mandaba a periódicos como El Gráfico.
Desde chiquillo se quejó –vivía rodeado por hermanas, madre y tías- de no encontrar con quien ir a las veladas pugilísticas que se daban en el barrio, poco más tarde practicó el boxeo como aficionado, no obstante no existe historial que registre número de victorias a los puntos o por ko, derrotas sufridas o combates nulos que pudiese haber conseguido.
Para terminar no quiero olvidarme de una curiosa coincidencia que tal vez tenga menos importancia, o más, que la primera pregunta que les hice sobre la nimiedad del desayuno: ¿Sabían ustedes que Platón fue un afamado púgil en la Grecia de su tiempo? Y Qué posiblemente muchos contemporáneos suyos no tuviesen la menor idea de su actividad filosófica, que como única referencia ante la pregunta de quién era Platón les hubiesen contestado:
Un excelente púgil ganador de varias coronas de laurel en la últimas olimpiadas…….
Mucha suerte Julio Cortázar y que un directo de metáforas fantásticas nos deje nokeados de felicidad por la lectura de tus cuentos en el cuadrilátero de nuestra existencia.
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